Mi madre podía estirar un dólar más que nadie. Lavaba las bolsas de plástico para sándwiches y las reutilizaba. Utilizaba solo medio paquete de chispas de chocolate en sus galletas caseras y guardaba la otra mitad para otro día.
Papá también era ahorrador. Mantenía nuestros viejos coches usados en funcionamiento gracias a sus habilidades de mecánico en la sombra. Las únicas tarjetas de crédito que tenía eran las de gasolina, y cada tarjeta se pagaba por completo cada mes. Siempre.
Mis padres fueron supermodelos del ahorro para mi hermano y para mí. Cada día, de cientos de maneras, nos enseñaron que ahorrar era lo correcto. Y lo que es igual de importante nos enseñaron a vivir dentro de nuestras posibilidades. No eran tacaños, sino realistas en cuanto a sus ingresos y a las dificultades financieras que puede plantear la vida.
Según un estudio reciente de Bankrate.com, el 21% de los trabajadores estadounidenses no ahorra ni un céntimo de su salario anual. Otro 20% ahorra sólo el 5% o menos de sus ingresos. La mayoría de los expertos recomiendan ahorrar al menos un 10-20%. Así que ya ves el problema - cerca de la mitad de nosotros no estamos para construir el futuro que queremos.
Lo más fácil es hacer lo que siempre has hecho.
Cuando tenía unos cinco años, mamá y papá nos llevaban a abrir cuentas de ahorro. Volvíamos con regularidad para ingresar el dinero de los cumpleaños o la paga que ganábamos haciendo trabajos extra en casa. Me emocionaba cada vez que veía subir la cifra de mi cuenta. Mi hermano y yo empezamos a competir en Mi hermano y yo empezamos a competir para ver quién ahorraba más.
La lección era sencilla: parte de lo que ganabas se destinaba primero al ahorro, y vivías de lo que quedaba. Celebrabas el logro de tener un pequeño fondo guardado para una emergencia o para algo que realmente querías. Yo creía que todo el mundo vivía de la misma manera.
Pero no hay nada como ir a la universidad para darte cuenta de lo poco que sabes del mundo. Vi a amigos luchar con las finanzas porque no tenían ni idea de cómo manejar el dinero. Nadie les había enseñado que las facturas de las tarjetas de crédito acaban vencen.
No tardé en comprender el maravilloso regalo que me habían hecho mis padres al enseñarme a salir adelante con el poco dinero que tenía. Podía centrarme en los estudios y en mis trabajos a tiempo parcial. Podía pensar en las posibilidades de mi futuro a largo plazo... no en cómo iba a pagar las facturas a final de mes.
No tienes que lavar las bolsas de los sándwiches ni escatimar en chips de chocolate. Eso es lo bonito. Todo el mundo puede elegir lo que más le importa y lo que está dispuesto a hacer, o a prescindir, para conseguir la estabilidad financiera.
Nunca es demasiado tarde para empezar a ahorrar, ni demasiado pronto para empezar a enseñar a los niños de tu vida sobre el dinero y cómo usarlo con prudencia. Si no sabes qué hacer o cómo hacerlo, no te preocupes. Hay todo tipo de herramientas útiles para empezar.
Tú también puedes ser esa supermodelo que pone a los niños en el camino hacia su propio y fabuloso futuro financiero.
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